Desde pequeños, aunque posean innumerables conductas inadecuadas, pataletas y agresiones su capacidad de demostrar cariño es muy significativa, muchas veces sin hacer contacto visual las personas con autismo realizan sus acercamientos de manera sutil debido a sus trastornos sensoriales los que les dificulta muchas veces tolerar caricias, sonidos y olores hasta que se habitúan a ellos.
Muchas personas con autismo logran a pesar de sus múltiples discapacidades conductuales, sensoriales, inclusive a pesar de su marcado retardo mental que les impide alcanzar un nivel académico escolarizado, acceder a una vida funcional y productiva.
La familia y en especial los padres juegan un papel fundamental para que ese ser a quien el autismo ha robado parte de su vida, pero no toda, se sienta amado y útil.
Mas allá de nuestros sueños de padres y las metas inalcanzables que pretendimos imponer a nuestro hijo autista, existen unas metas que con la fuerza de su espíritu sobrepasará largamente, y son las metas trazadas con el corazón.
No se trata de grandes proezas, ni experiencias intelectual o artísticamente geniales, ni curas milagrosas, ni tratamientos exitosos que excluyen el autismo de su vida. Este ejemplo de vida es simplemente una muestra de cómo se puede convivir con el autismo con todas sus manifestaciones, sus silencios y trastornos, llevando una existencia feliz y productiva a pesar de los impedimentos de índole económica, social y profesional que enfrenta cotidianamente.
La mayoría de autistas severos son considerados por muchos de pronóstico dudoso y sus expectativas van derivados a un plano funcional. Este relato y experiencia de vida va dirigido para todas aquellas familias y especialistas que en un momento sienten que van perdiendo la batalla.
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